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En una fotografía que data de 1930 del portal flores en la Plaza de Armas de Arequipa, se distingue a tres caballeros. Dos conversando entre si y uno en posición de reposo, recostado sobre la pared. ¿Qué es lo que une a estos tres individuos aparte de compartir un mismo escenario?, que todos ellos usaban sombrero. ¿Qué sombrero? A la distancia no se logra distinguir con claridad, bien podría ser un Bombín, un tipo de sombrero clásico confeccionado en fieltro que se compone de un ala estrecha y una corona redonda, o quizá sea un Fedora, también de fieltro con corona pinchada y con una cinta alrededor de la base de la corona, tan representativo de la primera mitad del siglo xx entre varones.

En lo personal mi aproximación a este accesorio se dio en la visita a mis tíos abuelos maternos, que provienen de un pequeño pueblo muy cercano al Lago Titicaca: Chucuito, la ciudad de las cajas reales. Sus casas de piedra y adobe, sus iglesias barrocas y la unidad familiar de varias de sus gentes me traían a la memoria escenas de El Padrino (1972), cuando Michael Corleone (Al Pacino) debe esconderse en Siccilia y pasa sus días caminando por pueblitos y bebiendo vino; una vez más el elemento que une a tan dispares personas de uno y otro lugar es el sombrero que esta vez podría ser un Canotier o un Akubra.

Se dice que el sombrero data desde las primeras civilizaciones, distinguiéndose entre sí por sus tocados y siendo uno de los más reconocidos el gorro frigio que hacía reconocibles a los esclavos en Grecia. En la decadente Francia de los Luises hubo una competencia entre las pelucas, cada vez de mayor tamaño, y los sombreros, renovando su estilo y complementado ambos elementos. Esto quizá también fue mal tomado por el pueblo francés que veía a María Antonieta con hilos de oro en la cabeza mientras recomendaba que ante la ausencia de pan el pueblo, coma pasteles. Las casas de moda entrarían en competencia y en unos años se hablaría, como en los trajes, de cortes inglés, francés o alemán. Ya en Argentina el Fedora sería la prenda distintiva de los cultivadores del tango y la milonga en el siglo pasado. En Arequipa el chacarero se distingue del citadino, también por su sombrero y en nuestra pintura costumbrista es infrecuente no ver uno o varios de estos en las picanterías.

El lenguaje nunca es ajeno a los usos y costumbres en sociedad, quizá también por ello cuando nos queremos referir a una acción loable departe de cualquier persona decimos que es “para quitarse el sombrero” o cuando un caballero ve acercarse a alguien que conozca coloca su mano derecha sobre la corona del sombrero y se lo quita o al menos hace el gesto. Al interior de un aula no se nos permite llevar ni gorra ni sombrero y si se hiciera sabemos que al ingresar el docente o algún visitante, tendríamos que quitárnoslo. Si ello no ocurriera quien está del otro lado puede asumir un descuido o una significativa falta de respeto. ¡Cuánto hay detrás del uso de un sombrero!.

¿Es posible una imagen mental de Bonaparte sin su sombrero Bicornio?, en el universo militar el accesorio sobre la cabeza describe, sin necesidad de evidencia medallas ni galones, si acaso eres un soldado, que usa casco, o un militar de carrera. Está el caso de Francisco Pizarro, cuyos retratos conocidos sean de busto o de cuerpo entero, los hace siempre a la sombra de un sombrero con dos plumas plateadas. Otro caso significativo caso es el de Charles Chaplin y su sombrero tipo Capotain que luce en varias escenas de Tiempos Modernos (1936).

Así he intentado describir como un accesorio, que hoy en día está es desuso, ha sido parte silenciosa de nuestra historia. Y ha dado lugar a otros accesorios más acordes con el estilo de vida contemporáneo seducido cada vez más por la importancia de la utilidad. ¿Por qué usaría un reloj si mi teléfono me da la hora?, ¿Para qué compraría un sombrero si la mayoría de instituciones y clubs regalan gorras multicolores?, ¿Es qué ahora el fondo de los asuntos (que den la hora, que nos protejan del sol) ha superado a las formas (que sea atractivo a la vista, cómodo, confortable) de estos?.

El uso de bluejeans nos podrían dar una pista, ya que si bien datan de 1853 para el uso en las minas, no es hasta los 70’s que se vuelve un símbolo en la juventud, siendo su comodidad, en comparación a los clásicos pantalones de vestir, y versatilidad más acordes con los hombres y mujeres de la época, ese es otro hito importante, porque la moda había conseguido derribar la barrera de los pantalones y las faldas. Así un sujeto con pantalón de vestir y sombrero, sería tildado en el mejor de los casos de conservador.

Bien, hasta ahora me he ocupado del sombrero en tanto accesorio o prenda de vestir sin ahondar en su utilidad. Por sus características es evidente que nos protege del sol, la lluvia y en alguna medida del polvo; y es particularmente útil en ciudades como Arequipa provistas de una radiación alta y dañina para la piel. Ya cuando yo era escolar , una ordenanza de la Gerencia Regional de Educación obligaba usar sombreros en las formaciones, recreos y excursiones, unos de tela que poco tenían que ver con el estilo y mucho con la utilidad, ya que debido a la naturaleza de su material de tela era sencillo de guardar en las mochilas y no ocupaba espacio. Entre nosotros su uso era molesto y vergonzante y apenas podíamos desalojarlos de nuestra crisma nos sentíamos liberados.

En las calles las gentes prefieren extender su mano derecha por encima de su frente para cubrirse del sol (en tanto se dañan la piel de manos y brazos) o utilizar periódicos y cuadernos (también en progresivo desuso) como sombrillas. Hoy en día su uso toma un repunte en parte al reconocimiento de lo vintage, ya veremos si es o no pasajero.


Fabrizzio Cubas – Estudiante de Pregrado Sociología (UNSA)